jueves, enero 20, 2005

El caso es que me afectan las cotidianas tristezas...

Como cada día comprendido entre lunes y sábado, ambos inclusive, desde hace cuatro meses, a eso de las 12.30 colgué la mochila en la chepa, cogí la fruta de rigor, y... rumbo al gimnasio. Al llegar estaba todo como siempre, la dueña, Adela, en la puerta departiendo tranquilamente con una clienta; en la sala de ejercicios aeróbicos, Merce; y el cuarto de baño desierto.
Dependiendo del día, y de otras circustancias las cuales no hay porqué sacar a relucir, opto por bajar primero a hacer pesas y subir después a hacer el aeróbico o a la inversa. El caso es que hoy me quedé en la primera planta, con Merce. Media hora de bicicleta y otra media de elipítica aderezada por una repetitiva charla sobre el famoseo, el conflicto entre las Comunidades Autónomas y Estado y para terminar un "ay que mal está la vida" bañadas en sudor.
El día transcurría de lo más normal, tomé mis bártulos (toalla y botella de agua) y descendí al mismísimo infierno, a la sala de tortura, hoy me tocaba glúteos y piernas. Estaban los de siempre, más o menos, entre ellos el chico del que os hablé hace tiempo, que por cierto no os conté el desenlace de aquella historia, pero abreviando se puede decir que ya "ni fu ni fa". Pues hablamos un poco como todos los días, saludo de cortesía, "hola, ¿qué tal?, ¿llevas mucho rato?..."
Mientras hacía los ejercicios, se oía de fondo la conversación de los machos sobre lo mucho o poco que "hacían el amor", puedo prometer y prometo que utilizaban esta expresión, y otras lindeces del tipo "Deivid se te está quedando el pito flaco". En fin, la rutina, ya sólo faltaba que el otro chico, terminara y me dijera un día más "bueno, mañana nos vemos". Se acercó, y lo dijo pero no sé como, ni porqué empezamos (empezó) a hablar y me terminó contando cosas, que la verdad, nunca hubiera imaginado, ni ellas en sí, ni que me las contara a mí, el caso es que hubiera preferido desconocerlas, porque me afectan las cotidianas tristezas, las del supermercado, el gimnasio y las aceras...

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