domingo, enero 16, 2005

El mañana efímero

La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y de alma inquieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta.
...
Esa España inferior que ora y bosteza,
vieja y tahúr, zaragatera y triste;
esa España inferior que ora y embiste
cuando se digna a usar de la cabeza,
aún tendrá luengo parto de varones
amantes de sagradas tradiciones
y de sagradas formas y maneras,
florecerán las barbas apostólicas,
y otras calvas en otras calaveras
brillarán, venerables y católicas.
...
Más otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.

Antonio, esa España, no ha muerto todavía, hoy la vi, en plena calle mayor, por el día de San Antón. Caballos, señoritos, excrementos que hacía las delicias de los peatones y de los que después habrán de retirarlas y un santo en pleno centro de la ciudad.
Pero no sé, es extraño tu dijiste que moriría, quizás si ha muerto, pero su fantasma sigue vivo, o tal vez es el esperpento de lo que fue en su día.

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