miércoles, febrero 23, 2005

Que no se apague la llama, por favor que no se apague.

Me cuesta una barbaridad expresar con palabras lo que siento. Si creyera en Dios, en algún Dios, en algo, le suplicaría que esto, que lo nuestro, que lo mío, que lo suyo durara. No creo en nada. No sé a quien encomendarme, en los creyentes que me lean que son pocos (¿creo?), a vosotros os rezo.

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